23 octubre 2008

Luigi Colani en el London Design Museum


Hace algunos domingos, el día 9 de Abril, el suplemento dominical del grupo El Correo, traía una reseña de una interesante exposición. Si hace poco hablábamos de la polifacética producción del estudio de Giugiaro, este reportaje recogía la exposición dedicada en el museo del diseño de Londres a uno de los diseñadores más heterodoxos y sin embargo interesantes del siglo XX, Luigi Colani. Colani, un berlinés de nacimiento y cosmopolita de adopción, es probablemente autor de algunos de los concept cars más extraños pero fascinantes del siglo XX. El diseñador de las formas curvadas y dinámicas, ha llevado a la realidad del diseño algunos de los más fabulosos objetos, desde auriculares hasta aviones, pasando por motos, coches o trenes. Colani, un auténtico diseñador de culto que ha hecho desde diseños para Mazda hasta lapiceros para Pelikan, es probablemente el más futurista y visionario de los diseñadores del siglo XX. Sus prototipos, todos ellos posibilistas, son sin embargo mucho más avanzados estéticamente y modularmente de lo que el gusto del momento puede soportar. Solo en algunos casos, como el extraño y escaso Nissan Figaro, han llegado a la producción en serie. Los demás, inspirados en lo orgánico pero evocando a veces máquinas exóticas y fascinantes como surgidas de un relato de Ray Bradbury, son ejercicios de estilo que, en cambio, no muy a menudo han dejado líneas a seguir para el futuro inmediato en la producción.Los prototipos de salón, esos coches fascinantes que a menudo se ven en los salones del automóvil y que los informativos de televisión suelen escoger como imagen para sus reportajes, son en realidad ejercicios de estilo a menudo poco posibilistas y sin intenciones de llegar a la producción. O lo eran hasta hace unos años. Al igual que en las grandes pasarelas de moda, donde vemos estrafalarios vestidos totalmente imposibles en la vida real, pero que avanzan las tendencias de la próxima temporada, en los salones las marcas de automóviles ensayan en sus prototipos soluciones técnicas o estéticas que luego se pueden ver en coches de producción de una u otra manera. Ejemplos recientes como el Audi Nuvolari o el BMW CS son paradigmáticos. Por otro lado, entre estos espectaculares escaparates rodantes, a veces encontramos vehículos de ensayo que en cambio tienen una declarada intención de ser producidos. Sucedió con el ensayo de Giugiaro para los Seat Proto T y Proto C en el salón de Barcelona del '91, que luego se transformó en la gama Ibiza / Córdoba, y ha sucedido más veces recientemente. Desde luego, después del Audi TT o el VW Beetle, podemos afirmar que prácticamente cualquier coche de salon con un mínimo de posibilismo puede acabar llegando a la serie, cosa que ha cambiado un tanto las reglas de interpretación de estos coches. Pero la viabilidad de los prototipos de Colani han estado siempre más allá del rango del más visionario de los empresarios del automóvil, y sin embargo, todos ellos eran posibilistas.Colani es un diseñador nato. Alguien visionario, capaz de idear estéticas que no caben aún en nuestro tiempo. Y esto sucede desde hace muchas décadas. Probablemente sería difícil incluir a Colani entre la categoría de los diseñadores industriales, sin que tuviese un pie en el campo de los artistas de ciencia ficción, y otro entre los artístas conceptuales o los escultores. Algunas obras suyas se exponen en museos como el MOMA o el Centro Pompidou, lo cual da idea de la apreciación de las cualidades estéticas de sus obras. Y alguien que, por supuesto, también ha dejado su huella con algunas propuestas arquitectónicas.Colani fue protagonista de una de las últimas (y muy interesantes) campañas de Volvo, "Life on Board". Un señor bigotudo que hablaba de que llevaba años diseñando aviones fijándose en la forma de los tiburones, y que volaban perfectamente. Un señor que probablemente os pareció muy peculiar. Pues ese es Luigi Colani. En estos días abordaba una de las recopilaciones de relatos menos conocidas de Ray Bradbury, Los Fantasmas de lo nuevo, y me traía a la cabeza el primer relato de Crónicas Marcianas, el llamado El verano del Cohete, que abre el libro con una frase estremecedora "Un minuto antes era invierno en Ohio..." Todos los autores de ciencia ficción de principios y mediados de siglo XX parecieron unos visionarios excéntricos a los que vivieron entonces. Pero leídos ahora, los relatos de Lem, Bradbury o incluso Orwell describen mundos que a nosotros nos resultan inquietantemente familiares. Probablemente mirando a los diseños de Colani podamos vislumbrar qué aspecto tendrá el mundo un día no lejano.

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