23 octubre 2008

Pierre Nodoyuna en el Tour de Francia



No sé si es una manifestación de arte relacionada con el automóvil, o simplemente un desfile de freaks rodantes dignos de un híbrido entre la impactante película de Tod Browning y las carrozas de la cabalgata de Reyes de mi barrio. Pero las fotos que justifican este artículo, son una galería de fenómenos con ruedas dificil de juntar en otro contexto. El caso es que el Tour de Francia pasó ayer por España, entre el valle del Salazar y mi querido valle de Roncal. Los ciclistas llegaban por el Alto de Laza hasta Isaba, para girar a la izquierda y dirigirse hacia el Puerto de Belagua o Piedra de San Martín (donde se escenifica una interesante preciosa tradición de origen medieval). Ese camino, que lleva desde el solomillo del Lola en Isaba hasta la chistorra de la borda de Juan Pito, pasando por el queso de la Borda de Marengo, no será legendario para el Tour, pero merece una peregrinación casi como al Tourmalet.

El hecho es que me tocó trabajar, y no pude, a mi pesar, acudir a una cita tan señalada, pero sí lo hizo mi padre. Y desde su puesto en el cruce de Isaba, trajo una galería de fotos de la caravana previa que no me he podido resistir a colgar aquí. Si Isaba estuviese en Missouri, cosa que afortunadamente no sucede, esto parecería una vulgar reunión de eso que los estadounidenses llaman “Art Cars”. Pero visto en el Pirineo navarro, parece más bien una pesadilla producida por una mezcla de Lewis Carroll, Georges Barris y una indigestión de revuelto de Perretxiko...

La cosa no parece muy alarmante a la vista de la furgoneta con seis botellas inmensas de Aquarel, aunque el coche de merengue de Skoda no tiene desperdicio (¿al Madrid no lo patrocinaba Audi...?). No faltaron clásicos “tuneados” como este espléndido Mehari de Fa (bien fresco...) pero el asunto empieza a preocupar con el extraño artefacto del Dr. Oetker que parece salir del Area 51 de la base de Roswell. Y claro, los Q7 del T-Mobile enseguida hacen sentirse como ante las gemelas de “El Resplandor”, y uno se teme lo peor. Lo que está por venir hace que Los Simpsons el Smart de Crédit Agricóle y el Astra y Micra con una inmensa galleta salada en el morro (Como la de la escena de Tom Hanks y la sardina en “No matarás al vecino”) parezcan hasta discretos. Enseguida el quad-neumático-rodante de Kléber nos lleva a otro estado de la conciencia, y nos parece ver pasar un inmenso pack de seis cervezas Panach (¿se me habrá pegado algo de Homer?) rodando por la carretera puerto arriba. Poco después un enorme y goloso niño parece perseguir a un New Beetle descapotable de color gominola Haribo (pero no veo a Rick Moranis intentar atraer al pequeño gigante) e inmediatamente un Renault Spider con un sospechoso sistema de propulsión sobre el techo seguro que nada ecológico. Pero como ya la hora y el calor aprietan, empiezan a aparecer los animales, y en estampida pasan un canguro subido a un Defender un coqueto zorro sospechosamente parecido a un New Beetle cabrio, y de nuevo un Xtrail con algunos caballos extra procedentes de un motor sin emisiones contaminantes... Pero aún queda lo mejor. En otras circunstancias, estas 2CV color mantel de picnic habrían llamado la atención, pero no tienen nada que hacer frente al Pluriel con la rueda de repuesto más grande de la historia (nada de "galletas"...)y ¡El Bugatti más parecido a una botella de agua jamás visto! seguido de un camión muy "hidrodinámico" (¿!¿ Cero calorías?!? ¡¡¡Pero si es agua!!!). Pero para cuando pasa la cafetera y la taza ya no nos cabe duda de que en algún momento hemos cruzado el espejo como Alicia, y esperamos ver al conejo estresado corriendo con su reloj en la mano, pero en su lugar aparece ¡la Vaca que Ríe! promocionando el quesito en la tierra del ronkari (mira que...). Extenuados por tanta visión, un contenedor de reciclado puede ser un medio muy adecuado para volver a casa a echarse una siesta... si es que esos ciclistas le dejan a uno.

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