22 octubre 2008

Un astrólogo en tu transmisión: Girólamo Cardano


El invento del automóvil, y toda su historia hasta nuestros días, esta repleto de intersecciones con personajes y situaciones cuya importancia trasciende con mucho al mero hecho de la tecnología en el transporte. El hecho de que un automóvil diseñado por un ingeniero alemán para favorecer el avance del ejército en su invasión de Rusia, diese lugar con los años a un icono del pacifismo (Hablo del Beetle de Ferry Porsche, por supuesto) no deja de ser un ejemplo claro de que en torno a la historia del automóvil hay algo más que una historia de evoluciones técnicas, y que no es posible hacer historia del automóvil solo a base de la historia de las características de las máquinas.
Pero además existe, como no, una prehistoria del automòvil, o, si se me permite, una paleohistoria. Una historia del automóvil antes de que este surgiese este, dicho de otra manera. El otro día, hablando con Plácido acerca de la influencia del automóvil en las ciudades, le comentaba que en realidad esta existió desde mucho antes del invento del automóvil, y que ya los urbanistas del siglo XV y XVI, como Alberti, Palladio o Filarete, se planteaban que las ciudades debían tener calles por las que pudiesen discurrir con holgura los carruajes. Esto llegó hasta el punto de las amargas quejas de muchos escritores y viajeros sobre la densidad de los carruajes en las calles de las ciudades españolas del siglo XVII y XVIII. Pero además, cuando el automóvil se inventó (o el largo proceso que lo dió en inventar) se sirvió de la reconversión de algunos mecanismos ya existentes que llevaban siglos entre nosotros.Pues bien, entre las piezas que llevan todos o casi todos nuestros automóviles de hoy en día, hay una cuyo origen hunde sus raíces en un fascinante personaje del Renacimiento italiano. Se trata de la Junta Cardan, pieza clave de las transmisiones de los automóviles, y que permite convertir un movimiento circular en un lineal entre ejes con diferente altura o variación de posición. Y su inventor, es eso que algunos llaman huecamente "hombre del renacimiento" (¿¡¿de cuando si no, si vivió en el siglo XVI?!?), el matemático Girolamo Cardano. Cardano es un ejemplo perfecto de la magnífica y erudita heterodoxia que envolvía a los magníficos científicos del renacimiento que la inercia y la imprecisión ha convertido en ejemplos de una "razón" monolítica y de cuño moderno. Como médico, Cardano tiene como célebre logro haber sanado al Arzobispo de Saint Andrews del asma que le acuciaba durante una década. Como matemático, su célebre disputa con Tartaglia acerca de la resolución de las ecuaciones de tercer y cuarto grado es uno de los más recordados episodios de la matemática del Renacimiento. Sin embargo, Cardano, como cualquier matemático de la época, era además un reputado astrólogo, y un buen conocedor de las muchas materias ocultas que hoy llamaríamos Esoterismo. Tanto Tartaglia como Cardano habían crecido intelectualmente influidos, entre otros, por la gran obra del fraile Luca Pacioli sobre las matemáticas y la geometría de tradición euclidiana, y particularmente por esa fabulosa obra dedicada a la Divina Proporción. Esto es, matemáticas en clave de filosofía e historia. Por ello Cardano calculó con un máximo afán de precisión el horóscopo de Jesucristo (seguro que James Cameron sabría hacer un documental con esto...) y se dotó con una fabulosa biblioteca de temática astrológica. Como todos los astrólogos de la época, incluso algunos de los que luego han pasado a la historia como precursores de la ciencia moderna, como Kepler, Cardano se dedicaba igualmente a resolver complejos asuntos matemáticos o a la investigación científica, como a la astrología prognóstica o a realizar cartas astrales. Hasta tal punto encontró una utilidad a sus conocimientos, que, una vez arruinado por las intrigas de uno de sus hijos, se dedicó a los juegos de cartas aplicando el cálculo probabilístico a los mismos, con gran éxito al parecer.Cardano, cuya vida es una auténtica novela, inventó, en sus investigaciónes ingenieriles y técnicas, animadas, por supuesto, por sus conocimientos matemáticos, la que hoy llamamos Junta Cardan, y que se explica perfectamente en este gráfico.De Cardano se dice que acertó la fecha de su propia muerte, aunque sus detractores afirman que lo consiguió suicidándose, que es hacer un poco de trampa. No obstante, su figura como matemático y la aplicación de sus conocimientos le destacan como figura fundamental en el panteón de los sabios. Así que la próxima vez que os metáis por debajo de vuestro coche y tropecéis con el Cardan, mejor que le tratéis como a un venerable anciano.* La foto pertenece a la primera edición de su obra Ars Magna, Nüremberg, 1545** Este post está especialmente dedicado a Alejandro y Plácido

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