03 noviembre 2008

El coche de la arquitecta. El Z-Car de Zaha Hadid


De algún modo, si bien las cuitas de los arquitectos y urbanistas acerca de los coches y las ciudades, como por ejemplo dónde ubicar el párking de un supermercado, son relativamente recientes, la preocupación de estos acerca de la forma en la que los habitantes del futuro se desplazarán arranca bien lejos, y legítimamente puede anclarse en los dibujos y ensayos de Leonardo o en las extravagancias con vapor de los califas de la Bagdad de las Mil y una noches. Hace ya algunos meses vimos cómo Frank Gehry había colaborado con sus diseños y sus aportaciones al desarrollo de un ensayo acerca de la movilidad urbana en forma de coche en unión con el MIT.

En primavera de 2006, el artista Kenny Schachter, director de la galería Rove de Nueva York, propuso a Zaha Hadid un proyecto artístico que involucrase el diseño de un coche pensando en las necesidades de movilidad del futuro, pero sin compromisos técnicos ni de ingeniería. El resultado pudo verse en Rove en la instalación "Forest of Towers", y se acompañaba de una exposición de maquetas en resina, en edición limitada de tres cada una, de las creaciones de Hadid en los años anteriores, junto con una serie de estampas, en serie limitada de seis, con dibujos de las mismas creaciones, entre las que estaban las torres de Durango. La pieza central del montaje era precisamente el ensayo de vehículo de Hadid, una escultura en resina con el modelo del Z-Car del que ya conocíamos algunos dibujos previos, que ya habíamos podido ver en la exposición "Silver Paintings" en la misma galería en octubre de 2005. El vehículo, un biplaza modular de tres ruedas, con una sola detrás (al estilo de algunos primitivos Morgan) y una forma ovoidal muy orgánica y aerodinámica, que recuerda a muchos otros vehículos con vocación de ejercicio de estilo futurista, no siendo, en este aspecto, más interesante que cualquiera, sin ir más lejosel propuesto por Future Systems, autores del Museo Maserati. Una idea tan simple, como pensar (una vez más el acto intelectual de crear...) en un coche para el futuro próximo sin entrar en la fase de desarrollo de producción, fue revestido en esta ocasión de algo más especial. Zaha Hadid, arquitecta con la (bien ganada) permanente etiqueta de diva, que había ganado el premio Pritzker en 2004, sabe cómo rentabilizar sus creaciones, y cuándo dar sus pinceladas maestras. Y en este caso no era para menos, porque unas cuantas manzanas más allá, el MOMA preparaba una extensa y comentada retrospectiva de Hadid que estuvo expuesta desde Junio a Octubre de ese año, y la exposición de Rove, en esta ocasión en el nuevo espacio de Holmes Road, era un complemento perfecto.


El Z-Car es un auténtico coche de salón, y eso es lo que lo hace diferente. Pero también es una obra de arte. Porque del proyecto de Schachter y Hadid, el único fruto físico son las estampas de los dibujos preparatorios, en tirada limitada, y el modelo de resina. O mejor, dicho, LOS modelos de resina, porque se hicieron dos vaciados numerados, de manera que el Z-Car es, además de un ejercicio de estilo sobre la movilidad en el futuro, una tirada de dos esculturas numeradas y exclusivas con la firma de Zaha Hadid. En una reciente exposición monográfica sobre la arquitecta en el London Design Museum, entre Junio y Noviembre de 2007, uno de los dos Z-Car pudo verse y tuvo su protagonismo como muestra de la versatilidad de la obra de la irani, y su inquietud creativa e investigadora, siempre desde esas libres formas tan naturales y orgánicas.

El hecho de que un prototipo se convierta de repente en una escultura no es sino la materialización de la metáfora que a menudo, y desde hace tanto tiempo, se usa al hablar de determinados coches excepcionalmente plásticos. El coche, un ejercicio de creación que contiene el espíritu pero muestra sólo la forma, se convierte en una escultura, en una pieza tridimensional que apreciar por sus cualidades de volúmen, proporcion y claroscuro. El camino exactamente opuesto al de Calder, Noum Gabo, o tantos otros. Aquellos querían que las esculturas se moviesen. Hadid hizo que el coche se quedase quieto sobre un pedestal. Y quizá eso tiene mucho que ver con que Zaha ya hubiese hecho para entonces su magnífica intervención en la planta de BMW en Leipzig, donde probablemente había tenido contacto directo e intenso con toda la dimensión que la fabricación de un automóvil supone y las gran importancia que el diseño y las claves del arte tienen en ese proceso.


Al margen del poderoso aparato de márketing que rodea a los grandes divos de la arquitectura, para los cuales trabajan miles de personas y los departamentos de imagen son tan relevantes en sus organizaciones, resulta algo más que anecdótico que el prototipo de una arquitecta para un coche del futuro, se convierta en realidad en una escultura, y que las estampas que acompañan al diseño, se vendan en subastas de arte. Es una muestra de que el arte no conoce barreras.

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