03 noviembre 2008

El nuevo museo de Maserati por Future Systems


Maserati es una de las marcas míticas en el mundo del automóvil, y en el siglo XX. La sonoridad de su nombre, tintineante como todos los nombres italianos, y su historia en competición la han ubicado entre las pocas firmas que pueden presumir de que su nombre suene fuera de los círculos de aficionados y especialistas. Sin embargo, como sucedió tan a menudo en el siglo XX entre los pequeños fabricantes, la fábrica atravesó dificultades en los años sesenta y setenta, y en los ochenta era prácticamente un exótico constructor de coches que tenían más de nombre que de calidad. La marca y su factoría había pasado a ser propiedad de Citroën, a ser dirigida por Alessandro De Tomaso, o a tener algún devaneo con Chrysler. Pero a diferencia de Bugatti, Matra u otras empresas desaparecidas, Maserati renació para la historia tras su adquisición por el grupo Fiat, en 1997, y con el posterior paso al control de Ferrari, en 1999.

Bajo el paraguas de Ferrari, Maserati está a punto de culminar su renacimiento, tras una interesante serie de nuevos modelos, con la construcción de un nuevo edificio de singular diseño que se convertirá en emblema de la marca. En la ciudad de Módena, un nuevo edificio que albergará, a partir de 2009, el museo de la marca. Sobre un solar de 4500 m2 en la ciudad adonde se trasladó la factoría del tridente bajo la dirección de Adolfo Orsi en 1940, y con una inversión de 7 millones de libras esterlinas (unos 11 millones de euros), el nuevo museo de la marca se convertirá en uno más de los referentes arquitectónicos en torno al mundo del automóvil. La obra está diseñada por Future Systems, un gabinete londinese formado por el arquitecto checo Jan Kaplicky y la inglesa Amanda Levete, ambos con una interesante carrera en la que han trabajado, entre otros, para Foster, Piano, Rogers o Alsop. Bajo una gran cubierta verdosa que asemeja un capó, con unas aparatosas branquias en un evidente recuerdo a las que adornan los modelos del tridente, se encuentra el museo, un diáfano espacio sustentado sobre soportes metálicos y con abundancia de paredes transparentes y translúcidas. La ubicación, en un espacio diáfano de Módena asociado a su vez con otros edificios de mayor antigüedad, probablemente otorgará al museo una potente (aunque no necesariamente armónica) integración en el entorno.


A falta de más datos, el proyecto de Future Systems se integra dentro de la más moderna arquitectura a nivel mundial en lo que a edificios representativos se refiere. Colorido, formas orgánicas, y un cierto carácter monumental en sus proporciones que lo hace siempre tener un empaque mayor que el que su tamaño le otorga. Sin embargo, el motivo del capó sobre la techumbre del museo parece un recurso pobre en cuanto a sintetización y proyección de la idea que se quiere transmitir. Se reduce en lo plástico la carga semántica del proyecto a una plasmación iconográfica del producto que se vende, algo visto ya a menudo en arquitectura áulica del pasado y a menudo relegado más al exotismo bizarro que a la creación arquitectónica. Como si las bocaterías tuviesen que tener forma de bocadillo o las tiendas de neumáticos ser redondas.


Lo que resulta interesante del estudio Future Systems es su aspecto destinado al diseño de objetos e interiorismo. En esa faceta también han estado vinculados al mundo del automóvil, desde el diseño de exposiciones para Ferrari y Maserati, hasta el de un proyecto de coche, una caravana o unautobús. Resulta interesante la propuesta para el automóvil, un vehículo eléctrico para tres personas diseñado en monocasco de material compuesto cuyo peso total no supera los 300 kg. En la misma línea, un proyecto de caravana diseñada por el estudio se incorporó a una exposición en el Museo de Arte contemporáneo de Sydney, en la que se trataba el papel de las caravanas en la cultura australiana contemporánea. Aparte del interés puntual de estos ejercicios de estilo, no deja de resultar muy interesante que este gabinete se interese particularmente por problemas de automoción y movilidad, particularmente cuando está en el proceso de construcción de un museo de automoción.


El proyecto de Maserati tiene tanto más interés cuanto que recientemente Ferrari incorporó la arquitectura de alto nivel a sus valores, al encargar una factoría en Módena a Jean Nouvel. La historia de las marcas, un tanto paralelas y con crisis que amenazaron su existencia en el pasado, las reúne en la misma ciudad y con proyectos arquitectónicos relevantes, ahora que se encuentran unificadas bajo el mismo capital.


En el mundo actual la arquitectura, y determinadas interpretaciones de la misma, se han convertido en un magnífico elemento de márketing al que ninguna empresa con cierta capacidad económica se puede resistir. Los edificios como símbolo de status, como afinada y duramente analiza Dejan Sudjic en su reciente "La Arquitectura del Poder", son una aspiración de aquellos que detentan el poder, sea este político o económico, y el elemento arquitectónico acompaña siempre a todas aquellas acciones que quieren comunicar a los demás una posición de preponderancia, sea esto en el mundo del automóvil, del vino, de los discos o de la banca. En este sentido, el nuevo museo de Maserati pretende ser una manera de volver a la primera línea por la puerta grande: construyendo un palacio para el rey.

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