La historia del automovilismo es, particularmente para sus primeras décadas, la historia de una extraña obsesion, la de las carreras. Prácticamente desde que los automóviles comenzaron a dar sus torpes primeros pasos, existió una fuerte necesidad de los fabricantes de demostrar su rapidez (una de sus pregonadas virtudes) y por parte de los usuarios de demostrar que su carruaje era el más rápido. De hecho, el origen de una de las marcas más importantes de la historia del automóvil, Mercedes, está estrechamente ligada a la competición, porque fue en la Semana de Niza cuando por primera vez un carruaje Daimler fue apodado con el nombre Mercedes, por Emil Jellinek, cuya hija se llamaba así y cuyo nombre usó como amuleto. Los factores que rodearon a las carreras y los corredores de coches en aquel tiempo de excitación y cambios, les convirtieron en héroes y apóstoles del futuro.

Precisamente en este tiempo se estaba gestando también la gran fractura en el mundo del arte que, en pocas décadas, se transformaría radicalmente, a la misma asombrosa velocidad que la propia sociedad. En ese panorama de experiencias y cambios, se encuentra una escultura que es una de las primera representaciones artísticas de un automóvil en la historia, y quizá la primera en forma escultórica. Se trata del relieve de la Porte Maillot de Paris, que representa el triunfo de Emille Levassor en la carrera Paris - Burdeos - Paris de 1895. En Mayo de 1895 se organizó una carrera entre París y Burdeos ida y vuelta, en la que participarían coches de dos y cuatro plazas, y que acabaría ganando Emile Levassor, ingeniero francés, quien en colaboración con René Panhard y Edouard Sarazin fundaría la mítica firma Panhard et Levassor, que tras décadas dedicada a la producción de automóviles de calle, sigue existiendo hoy en día como Panhard, dedicada a la fabricación de militares e industriales. Emile Levassor fue recibido en París como un héroe al llegar el primero, a pesar de que los estatutos de la carrera le dieron la victoria al primer coche de cuatro plazas, un Peugeot. Sin embargo, el impacto de la victoria de Levassor, hizo que años más tarde, en 1907, se le dedicase este monumento. Los escultores del monumento fueron Jules Dalou y Camille Lefebvre. El primero de ellos, amigo personal de Rodin, que incluso le esculpió un busto, fue un destacado escultor, perteneciente a la tradición escultórica del siglo XIX, frente a la modernidad que estaba a punto de llegar en forma de Art Nouveau, y que tuvo a su vez una importante implicación en favor de las clases campesina y obrera, lo cual le valió destierros y persecuciones en algunos momentos.

El monumento es un perfecto símbolo de las energías que sobre el arte y la sociedad actuaban en el cambio de siglo. Dentro de un marco arquitectónico clásico de orden dórico, el grupo escultórico central muestra al coche de Levassor en un pronunciado y potente escorzo, saliendo del mediorrelieve al altorrelieve, y totalmente de frente al espectador. A los lados, enfervorecidos, espectadores jalean al piloto y flamean sus sombreros, mientras el héroe Levassor se inclina hacia delante en su bólido y el cielo parece abrirse para mostrar un "rompimiento de gloria" propio de El Greco. El relieve muestra realmente bastante dinamismo y potencia plástica, especialmente al ser el elemento central un automóvil, que es en cambio retratado como un motivo más de la escultura clásica. El monumento a Levassor ofrece una magnífica comparación con una poco conocida litografía de Toulouse - Lautrec sólo un año posterior a la célebre carrera, es decir de 1896, en la que se muestra a un conductor a bordo de su coche. En esta ocasión, el conductor es mostrado desde una perspectiva que nos coloca a bordo del automóvil y nos hace apreciar su velocidad. Por el contrario, el relieve de Dalou nos coloca a pie de pista, esperando ver pasar al coche como espectadores pasivos, pero al tiempo al colocarlo en un frontispicio clásico nos hace pensar en la Columna Trajana, el Arco de Tito, o cualquier relieve clásico en el que se cuente una batalla o gran gesta.

El relieve de la Porte Maillot es, probablemente, la primera escultura en la que aparece un automóvil en la historia. Una obra muy interesante, sobre la que confluyen la tradición artística que hunde sus raíces en el más aséptico Neoclasicismo, con la modernidad del propio automóvil, protagonista de la composición. Una de las magníficas muestras de la impresión que produjo sobre los artistas e intelectuales la aparición de este extraño elemento social sobre ruedas que profetizaba un cambio de era, y que, como los artistas mismos en aquel tiempo, debía encontrar un lenguaje de representación propio. El relieve de Dalou sobre el triunfo de Levassor tiene mucho que ver con la cartelería de aquel tiempo, sin embargo el dibujo de Toulouse-Lautrec, uno de los padres de la cartelería moderna, nos recuerda más bien al típico plano cinematográfico desde el morro del coche, es decir, mira hacia delante en la evolución de la composición y concepción de la obra de arte.

El relieve de la Porte Maillot sobre el triunfo de Levassor en la Paris - Burdeos - Paris de 1885 es sin duda un mojón en un cruce de caminos magnífico entre Arte, Sociedad e Historia, con el automóvil como protagonista.

* Muchas gracias a Virginia, que me dio a conocer la historia del relieve de la Porte Maillot, a través del blog del pintor aragonés Pepe Cerdá