08 noviembre 2008

Pinturas para una pasión. Frank Stella y la Fórmula1

Frank Stella es uno de los artístas relevantes de la corriente geométrica en el arte del siglo XX. Sin ser tan conocido como el propio Vasarely, del que hablamos hace poco, su propuesta geometricista surge de una sincera reacción al encumbrado (y aún idolatrado) "Expresionismo abstracto" del que Pollock y Kline (en España Saura, por ejemplo) son los máximos exponentes. Las obras de Stella definen la exploración de un camino desde sus juegos geométricos con formas puras y tonalidades de colores graduadas, hasta las series de estampas a partir de patrones de blanco y negro, pasando por la escultura y el collage, y por una etapa Pop muy influyente. En la actualidad el artista explora nuevas vías a través de obras escultóricas de gran formato, como las que se pudieron ver en la instalación del Metropolitan Museum de mayo a octubre de 2007, en conjunción con la exposición "Painting into Architecture".
Pero para muchos, Frank Stella será más conocido por haber sido el artista que decoró el segundo de los famosos BMW Art Cars. En 1975, diseñó para el CSL una cuadrícula a partir del patrón de un papel milimetrado, para diseñar sobre él algunos trazos geométricos, todo ello en blanco y negro. El coche corrió en las 24 Horas de Le Mans de 1976, pero a diferencia del pintado por Calder y pilotado por Hervé Poulain que el año antes había llegado a la 11ª plaza, el nº 41 pilotado por Redman y Gregg tuvo que retirarse en la cuarta hora por una fuga de aceite. Pero antes de toda esta historia, hubo algo que siempre acercó a Stella a la competición automovilística, y ello dejó una curiosa e interesante huella en su obra. Habitualmente cuando pensamos en pintura y carreras, nos vienen a la cabeza los manieristas y conservadores (aunque bellos) lienzos del tipo de los que se pueden ver en la galería Luzzago (como los de Statis Vlachakos u Oscar Morosini). Sin embargo las obras de Stella exploran las carreras desde un punto de vista diferente.
El americano dedicó en los años 80 algunas de sus obras al mundo de la competición. La serie más conocida e interesante es aquella dedicada a los circuitos. Partiendo de las características plásticas de cada trazado en sí mismo, las amplias curvas de Talladega, las largas rectas de Imola, o el mítico "Siete" del Jarama sirvieron a Stella para realizar reinterpretaciones abstractas. El resultado, una serie de potentes obras en la que las curvas de los circuitos, y sus personales trazados, están más en esencia que en forma, y son ellos mismos aunque no puedan ser reconocidos por su trazado. La serie incluye, hasta donde he podido saber, Imola, Estoril, Jarama, Enna Pergusa, Talladega y Hockenheim., todos ellos con variantes de color y composición numeradas (Jarama 1, Jarama 2...)
Sin embargo, en la obra de Frank Stella también hay lugar para los pilotos, y en este caso para dos muy especiales. En 1970, dentro de su etapa de obras en blanco y negro a partir de duros patrones geométricos y de fuerte abstracción, dedicó una obra a un mítico y pionero piloto español, el Marqués de Portago. Alfonso Cabeza de Vaca era un aristócrata español que se aventuró en el mundo de las carreras de coches cuando aquellas todavía eran una épica aventura para románticos más que para pilotos. Tras una vida de película y una prometedora carrera deportiva, el Marqués de Portago murió trágicamente en una de las épicas carreras que hoy forjan su leyenda, la Mille Miglia, en 1957. La obra de Stella es un homenaje abstracto y duro a una carrera que se quedó en la cuneta como tantas en aquella época de las carreras entre dioses.
Años más tarde, en 1980, Stella volvió a dedicar una de sus series a otro gran piloto de la Fórmula 1 trágicamente desaparecido antes de tiempo. Ronnie Peterson, en sus 9 temporadas en la categoría reina del automovilismo, se alineó en 123 carreras de las cuales ganó 10. El sueco se convirtió rápidamente en un personaje popular de las carreras, siempre aspirando al campeonato del mundo que nunca llegó a conseguir. Pero su muerte tras un grave accidente en Monza en 1978, cuando las carreras empezaban a reducir drásticamente este tipo de tragedias que tan habituales eran en los años 60, le elevó prácticamente a la categoría de mito. En 1980, Stella dedicó una serie de lienzos al desaparecido piloto nórdico, llamada "Polar coordinates for Ronnie Peterson". En realidad la serie era una variante de sus investigaciones acerca de las Coordenadas Polares, y que tenía el mismo nombre "Polar Coordinates". Stella también ensayó diferentes variantes sobre el tema bajo este título.
Es inevitable mencionar el vínculo entre la afición de Stella a la competición automovilística y estas obras. Las expresiones artísticas vinculadas con el automóvil en el siglo XX han estado particularmente atadas a propuestas figurativistas, especialmente después del auge de la cartelería Art Nouveau y del encendido mensaje del Futurismo. Sin embargo, los temas abstractos vinculados al automóvil son menos, pero no por ello menos interesantes. Por un lado, porque se adentran en la principal innovación del arte del siglo XX (la búsqueda de la abstracción). Por otro, porque el arte abstracto no es otra cosa que la expresión de ideas o sensaciones a través de obras sin representación de formas de la realidad, es decir, una forma de representar las cosas sin que estén visibles, de que se puedan sentir mediante el corazón y la cabeza. Para el gran público con una mínima formación artística, el arte abstracto se percibe por los sentidos, por las sensaciones que nos producen sus colores o sus trazos. Y, después de todo ¿No es en gran parte el mundo del automóvil, y también las carreras, algo que se aprecia por los sentidos y las sensaciones, por sus formas, sus trazos, las emociones, sin que, muchas veces, medien argumentos que la razón pueda asimilar? Para Stella, es la misma pasión.

* Dedicado a mis primos Abel y Juan, por su gran pasión por la Fórmula 1 de la que tanto aprendo y seguiré aprendiendo

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