19 enero 2009

GM's Motorama. Presente y futuro del automóvil en los años '50



Uno de los mejores ejemplos de la relevancia del automóvil en la construcción del presente y sobre todo la proyección del futuro de los Estados Unidos, y que caló profundamente en la cultura popular americana por su impactante y barroca escenografía y uso de medios visuales, fueron los shows organizados por General Motors conocidos como "Motorama". Desde 1949 hasta 1961, GM alimentó los sueños de los estadounidenses no sólo con la presentación de los modelos de cada año (siguiendo las inefables pautas de Alfred P. Sloan) sino también un puñado de maravillosos y futuristas vehículos que anunciaban como serían los coches de los americanos en un futuro lejano pero alcanzable. En medio de unas asombrosas puestas en escena, los Cadillac, Buick, Pontiac o incluso el Chevrolet Corvette, presentado por primera vez en el Motorama de 1953, aparecían ante el público como auténticas estrellas de Hollywood.

Pero los Motorama hundían sus raíces más allá de la Segunda Guerra Mundial. El primer tercio del siglo XX, en su vorágine de progreso e invenciones, enseguida miró hacia el futuro, quizá no tanto con la preocupación de si este progreso técnico podía tener consecuencias negativas sino más bien al contrario, qué clase de cosas maravillosas se podrían hacer con todos los nuevos inventos. En la Exposición Mundial de Nueva York de 1939, General Motors construyó un asombroso pabellón, en el que se proyectaba la visión de cómo serían las ciudades de Estados Unidos en torno a 1960. El stand "Highways and Horizons", más conocido como "Futurama", en el pabellón de GM diseñado por Norman Bel Geddes tuvo un éxito absoluto de público, y la visión de las autopistas elevadas y las ciudades construídas a la medida del automóvil (quizá tan inspiradas en las ideas de Le Corbusier como en las calles elevadas del "Metrópolis" de Fritz Lang) caló tan profundamente en la sociedad estadounidense que precisamente a caballo de los años 50 y 60 se comenzó a construír el gran plan de las autopistas interestatales que seccionaron las ciudades con sus enormes calzadas elevadas.

No fue hasta después de la gran guerra y la recuperación del capital humano de trabajo, cuando el país entero comenzó una etapa de optimismo patológico que alcanzaría hasta la crísis del petróleo de 1973. En este periodo, los coches se convirtieron en el símbolo del país, pero también los inicios de la carrera espacial. En este contexto, GM decidió recuperar el espíritu de "Futurama", y en 1949 organizó una muestra llamada "Transportation Unlimited Autorama", que tuvo lugar en el hotel Waldorf Astoria de Nueva York y poseriormente en una segunda fase en Boston. Casi 600000 personas pasaron por el montaje, que estaba revestido de un impactante concepto visual.

A partir de 1953 estas muestras pasaron a denominarse "Motorama", y a tener carácter itinerante (que ya habían adquirido en el periodo 1950-1952). Revestidos de la vitola de gran evento cultural, los shows comenzaron a incorporar orquestas, cantantes y números de baile en directo, y las visitas se fueron multiplicando en cada nuevo lugar donde los chicos de GM aterrizaban con sus coches de la nueva temporada y sobre todo con los coches del futuro inmediato. Son sin duda los shows de la década de los 50 los que definieron con nitidez la candidez de un periodo en el que sencillamente el progreso era el futuro, y el futuro era ilimitado. Las autopistas soñadas por Norman Bel Geddes eran solamente el anticipo de una época en la que los coches volarían sobre las ciudades, y las ciudades quizá se extenderían hacia el cielo... y todo eso lo fabricaría General Motors. Los inicios de la carrera espacial excitaron completamente la imaginación no sólo de los estadounidenses, sino de todo el mundo, y la fulgurante incorporación de lo futurista y visionario a la cultura popular se dió tanto sobre el cómic, como en el diseño de coches. Por ello, los "Motorama" comenzaron a incorporar futuristas conceptos de automóvil que recordaban a los cohetes espaciales, pero quizá más a los de los cómic o los que habitaban en la imaginación de la gente que a las propias naves del programa espacial estadounidense.


La influencia de la carrera espacial y de un análisis del futuro totalmente ingénuo y a la vez terriblemente optimista se puede ver en algunas maravillas como el GM Firebird III de 1959 el Pontiac Club de Mer de 1956 o el Buick Sabre de 1951. Las enormes colas en la trasera de los coches, sus faros centrales como turbinas de aviones (como el fallido Tucker había apuntado ya en 1948) y las carlingas como aviones de reacción, que pueden verse en el propio Firebird I de 1954, que era poco más que un avión con ruedas. Aunque la idea del coche futurista como un proyectil o como un avión había fascinado a los constructores desde la primera década del siglo XX, ni siquiera proyectos como el Dymaxion Car de Buckminster Fuller puede considerarse como un paralelo de los coches futuristas (a veces casi caricaturas de coches futuristas) presentados en los GM's Motorama, y que en cambio calaron muy profundo en la cultura estadounidense. Los diseños de personajes claves como Harley Earl, influyeron tanto sobre el automóvil como lo harían los de Pininfarina, aunque quizá desde presupuestos diferentes.






Pero no sólo las líneas asombrosas y excitantes de aquellos coches dejaron una profunda huella. De aquellos shows itinerantes (de los que se dice que necesitaban 100 camiones para desplazarse por todo el país) quedó también toda una escuela de cómo hacer publicidad, cuya estela fue mayoritariamente seguida en el mundo del automóvil hasta los años 70 al menos. La película oficial del último Motorama, el de 1961, "Design for Dreaming", se trata de un asombroso show absolutamente barroco y colorista, que parece inspirarse tanto en "El Mago de Oz" de Victor Fleming como en los spots de televisión más azucarados de la época dorada del cine. La publicidad tanto en TV como en prensa gráfica, y especialmente la publicidad automovilística, vendía sueños envueltos en papel de charol, anuncios blancos y planos que simplemente transmitían al cliente la gran cascada de beneficios que le traería este producto, como ya vimos en uno de los primeros artículos de este blog ("60's cars, de Taschen"). No obstante, conviene recordar que en este mismo momento la estética masiva y saturada de estos spots, concebidos tanto para la televisión como para el cine o la prensa, contrasta con la picante y directa nueva publicidad promulgada por DDB para sus campañas del VW Beetle, como ya contamos aqui en su día. La estética de los "Motorama" ha sido durante décadas la referencia en la estética corporativa de las marcas americanas, (grandes espectáculos capaces de atraer a la gente por muchas más razones que el coche en sí) y la estética extravagante y aparatosa de los coches sigue siendo una seña de identidad de lo que el gran público entiende por coche futurista, como le pasa al bueno de Homer Simpson...

Como era de suponer, no sólo en la cultura popular dejaron su huella los "Motorama". Los nuevos diseños de automóviles tan afinados, con sus recargados extremos, colas enormes, morros curvados y sinuosos, o en ocasiones carrocerías aerodinámicas y limpias como la del Pontiac Bonneville de 1954, tan similar a otras que se estaban haciendo ya en Europa, hizo que en 1951 el Museo de Arte Moderno de Nueva York albergase por primera vez una muestra de ocho automóviles dentro del museo, expuestos por sus cualidades estéticas como ejemplos de arte del diseño del siglo XX. Entre ellos estuvo el Cisitalia 202 que forma parte hoy de la colección permanente del museo.


Del automóvil se le atribuye a Henry Ford la frase de que fue un invento europeo que se hizo estadounidense de adopción. Sobre la cultura popular en torno al automóvil (su influencia y sus interacciones) perfectamente cabría decir que se trata de una construcción estadounidense exportada al resto del mundo y adaptada en cada área a las características locales previas. En un país en el que las distancias tan enormes hacían difícil la comunicación y donde no se podía llevar el ferrocarril a cada rincón, el automóvil pronto fue sinónimo de progreso y de libertad. Ya antes de la "Gran Depresión" (prácticamente toda la década de 1930 y parte de la siguiente) la industria del automóvil era un gran referente de la nación. Pero tras la Segunda Guerra Mundial, con una Europa sumida en la reconstrucción y el sistema capitalista dándose forma a si mismo, el automóvil se convirtió en el eje de la sociedad estadounidense, y por la gran influencia que esta tuvo sobre el resto del mundo a través del cine, la literatura, el arte, o la política (mediante el Plan Marshall entre otros) esto se transmitió al resto del mundo.



Los "Motorama", que dejaron de celebrarse en 1961, fueron un importante caldo de cultivo para la confección de la cultura estadounidense del automóvil. Como ya hemos dicho, en cierta manera siempre que los europeos pensamos en un coche americano lo primero que nos viene a la cabeza es probablemente un interminable Cadillac Eldorado o un Pontiac GTO de los años 50 o 60, que son precisamente los coches sobre los que se construyó el Estados Unidos actual y sus ciudades.



Volviendo al principio de este artículo, los "Motorama" son la historia de un sueño que, desgraciadamente, se hizo realidad. En el que casi todo el mundo tendría un coche, coches grandes y capaces, potentes y aparatosos, en los que no importase lo que consumiesen en una época en la que la gasolina tenía un precio simbólico. Coches que traerían y llevarían a sus propietarios desde sus casas en las afueras a la ciudad a través de autopistas elevadas donde la velocidad sería tal que las distancias no tendrían significado, y las ciudades serían grandes monumentos al progreso con elevadísimas torres y procesos automatizados. Tristemente, casi todo aquello llegó a suceder, solo que el resultado no fue la sociedad maravillosa que nos ofrecía "Design for Dreaming", sino más bien la de las ciudades saturadas por los automóviles, rotos sus barrios por las inmensas autopistas interestatales y sus cinturones de ronda, que además se encuentran atascados la mayor parte del tiempo y llenas de coches potentes que apenas pueden andar más rápido que una persona y que en cambio gastan grandes cantidades de carburante. El futuro era más o menos como se preveía en "Motorama" pero sus consecuencias son bastante peores de lo que pensaron.

En la actualidad la industria automovilística estadounidense, y particularmente GM vuelven a enfrentarse a una definición del futuro desde un punto de partida bien diferente. Y probablemente de este "rito de paso" colectivo, surja una nueva cultura global en torno al automóvil, que ha de definirse en nuestro tiempo.

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